Acompaño a Bi a la habitación, acciono el aire (2 horas), enciendo la luz de mi mesilla, la cama inmensa, naranja y roja, lisa, se abre ante mi.
Preparo su cojín y el mío y lo rescato de entre las mantitas del salón. Soñando, en otro mundo ya, distinto a éste. Me da envidia, quisiera tumbarme en toda mi extensión y abandonarme al sueño junto a él. Más mañana no es un día cualquiera. Me niego y regreso aquí.
Antes le besé, pusimos juntos la emisora. Le besé. Cerró los ojos, le acaricié el pelo y le besé. Busqué mis zapatilas y volví.
Tose. Escucho. Tose. Escucho. No tose más. Recuerdo su pelo negro, menos del que hubo pero igual de fuerte. Lo acaricio.
Bi es un minino, un coscón que ronronea... hasta quedar ausente del mundo.
Envidia.
Amor.
Mañana toca día largo, algo me dice que todo irá bien y algo me dice que todo irá como siempre... No pienso. Me abstraigo.
Gotas del minuto, presionar lagrimales y contar. Antifaz. Negro por fin y oscuro.
Estoy buscando mi sitio, como su minino hembra, antes de echar una siesta: piso de manera suave y cuidadosa el tierno lugar. Doy vueltas en torno a él. Mil y una mientras mis patitas mullen lo mullible. Una y otra vez, dando vueltas sobre mi misma... Y me hago un rosquito gatuno.
Procuro destensar los músculos, me percato de que estoy tensa, tirante... me relajo y destenso: el brazo bajo la almohada, la cabeza sobre el brazo... Suelto lastres, estiro las piernas y recorro la cama con ellas. Busco el lugar más fresquito para mis pies. Una se sale de la manta para regular la emperatura.
Bi está detrás de mi y me lega su calor inmenso. Todavía es verano. Pero no importa. Todo está controlado para el viaje.
Mi espalda se contorsiona. Ya está profundamente dormido. Su respiración, el programa de radio y el ruido del aire me acunan.
Bella rutina entre sábanas lisas, naranja y rojas.
Y comienza el descenso hasta desaparecer.
Mi despertador está programado a las seis. Suena, abro los ojos y su luz me machaca. Hierro en ayunas. Me levanto entro al baño y la luz me machaca.
En la cocina enciendo la pequeñita de la campana. Cafetera en imnosis. Prepraro mis píldoras. Cafetera suena. Me siento en el sofá, cruzo las piernas: primer café y cigarrillo...
Comienza la despresurización.
Todo está borroso, pero toca gota 1 y tras 5 minutos gota 2. Tomo café número 1, comienzo a enhebrar pensamientos. Todo más borroso pero sigo con mi dosis de rutina mañanera.
Café númro dos: disfrute. Café por café, por el simple gusto de desayunar.
Escucho la corneta que llega desde el cuartel: hora de ir a la ducha: la poesía del despertar termina. Toca día largo y algo me dice que todo irá bien mientras otro algo me dice que todo irá como siempre...
Bi duerme, y yo me iría con él.
2 comentarios:
Al final el día ni ha ido bien ni mal sino todo lo contrario, o quizás ha ido tal y como pensabas ayer, en parte como siempre y en parte bien o por lo menos con alguna nueva puerta abierta al fondo. A ver qué hay dentro de esa puerta.
Para la próxima visita o para el próximo día que estés intranquila como ayer, lo que tienes que hacer es que tu blog se pierda una entrada nueva (lo siento por los lectores) y rellenar el lado derecho de la cama que con tantos aparatos sonando de fondo fijo que te duermes. Y sino, te agarras al minino de al lado (que de pequeño no tiene nada) y a visitar a Morfeo...
(ronroneo...)
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