jueves, agosto 13, 2009

A nuestros Días Raros... (A la añoranza del porvenir)

"Al final del viaje...", Mar Cantón, 2009.
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"(…Y desde aquí os prometo que la magia existe, que no importa cuánto tiempo tarden en llegar los sueños, que si se desean desde lo más profundo del ser aunque sea en la oscuridad se acaban cumpliendo, así que cuidad vuestros sueños y cuidaos siempre porque nunca se sabe cuando llamarán a vuestra puerta)".
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El tiempo nos devora los huesos al compás lento y cansado de una acústica lejana en el desierto. La vida pasa como demonios del viento empujados por el aire caliente y denso. Un viejo mira desde su banco de madera al horizonte del pasado con ojos amarillos y vueltos, la carcoma le ha llegado a la boca seca, sabe que queda poco y no le importa. Yo formo parte de su pesadilla y él de la mía.No hay agua salvo en un repugnante bidón de gasolina, lo sé, está corrompida, ni los buitres beben. Su baba y la carcoma se trenzan, y convertidas en serpiente le estrangulan, silenciosa le repta el cadáver. Quiero correr y la arena me retiene, mis piernas mutantes no saben de dunas.
Un coche rojo atraviesa la carretera lejana a toda velocidad, no nos ve. El viejo se carcajea sin dientes, está a mi lado, miro hacia el banco, hacia la casa, hacia el bidón, hacia la carretera. No hay nada. Se quita su sombrero y lo coloca sobre mi cabeza besando antes mi frente. Desaparece. Me lo arranco de un manotazo asqueada y perdida, la saciada serpiente pone sus huevos en él.
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"De manos y dedos", fotografía: Paco Merlo Ansín. (Gracias Paco).

No puedo hablar, no tengo boca. El sol me hace la cama y me empuja al sueño de la muerte. Pierdo la conciencia. La noche se cierne, 40º menos me despiertan, lucho con manos y brazos como una cabrona, trago saliva seca, reservas de sal... Sal... El olor ya no es hediondo, sal.. Huelo a rocas, escucho algo quebrarse, me moja las piernas... La arena es oscura y fría... Parto mi boca con los dedos y grito, la sangre cae por mi comisura... Duele. Fue un anzuelo, maldito lo arranco, la sangre me cubre, y el asco, y la alegría, no canto, doy alaridos de felicidad enloquecida... Sólo fue un naufragio más...
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Me tumbo mirando estrellas, esperando la marea y acunada por la plata de la luna, cierro los ojos mientras esa sangre se mezcla con las olas sanando mis heridas. Sonrío. Espero, me siento acompañada, lo sé.
El mar... El mar... El mar... - Dónde has estado (escucho). Cuéntame (siento una presencia). ¿No me recuerdas? (abro los ojos doloridos, todo está borroso, mis labios rajados quieren articular alguna sílaba, me sonríe). Has vuelto (lleva un anzuelo en la mano, lavado por el mar, brillante, lo miro y todo me duele). - Todo era un desierto horrible, no había agua, aquel viejo… - Era la muerte en vida Mar (me responde). - Pero por qué (le grito abriendo boca, ojos y agallas). ¿Quién eres? - Lo sabes pero no quieres verme (confundida me desplomo sobre la arena). Soy el que siempre está yo también anduve sobre la arena del desierto, este anzuelo te salvó la vida guárdalo con el amor que merece (indignada le miro con los ojos llenos de asco).
– ¡Me ha destrozado la boca! - Te equivocas, él hizo la herida, él te hizo gritar y salir, naufragaste pero te rescatamos a tiempo y aunque el mar sea tu sello eres una mujer y ya naciste con agallas, busca en la tierra y no dejes de contemplarlo nunca. Aquí todo es verde y azul, la arena dorada se nutre del océano y él océano de ella y esta vez, al subir la marea te devolvió la conciencia y sanó tus estigmas, y al bajar dejó su tesoro, uno de esos que los “incautos” recogemos a veces: tú. Incorpórate. (1). - No puedo. - Si puedes. (Incrédula, aturdida y atemorizada trato de obedecerle). ¿Ves? Sólo son piernas, ahora ya puedes caminar hacia donde quieras. Abrió mi puño aún cerrado y depositó en él el anzuelo. - Esta es tu llave, tu alarma, tu talismán, tu amigo. - ¿Tú o él? - Ambos, yo estaré en él, él estuvo en ti y los dos estaremos siempre. - Aún no te reconozco. - Date tiempo, respira, sana tus heridas y mira siempre hacia allí. Señalaba hacia el horizonte, estaba amaneciendo, aquel sol redondo y amable robó mis pocos sentidos y en silencio esperé a que subiera gigante y esplendoroso hasta lo alto del cielo azul, dándole color a mi mar imaginario y a mi rostro. Respiré profundo y le di los buenos días a la vida con una sonrisa. Mis piernas estaban cansadas, hice un café y me senté frente al balcón, el anzuelo de plata se había transformado en un pez tallado, brillaba como la luna, le até un cordón y rodeé con él mi cuello. Mis labios rosados. Los árboles verdes mecidos por la brisa. Y en mi memoria acordes lejanos de plegarias y cantos de sirena. Mar Cantón, primeros de julio de 2009.
En estos momentos estoy sentada sobre un trono, dicen que es del marfil más blanco que haya existido jamás. Yo no puedo verlo, mis ojos andan perdidos, atrapados, enredados en el horizonte. El viento ha recogido mi cabello y lo ha adornado con estrellas, unas del cielo y otras del mar. Una sonrisa nueva y antigua recrea mi rostro agotado y feliz. La vida corre dentro de mí a sus anchas como los niños en el patio de un recreo infinito. Y por primera vez en la vida me doy cuenta que cada uno de mis días raros están llenos de sentido… Incluso aquellos que nunca conté: los de antes, los de en medio, los que han precedido a hoy y los que habrán de llegar mañana. Son tantas las melodías que me bailan… Sólo puedo decir GRACIAS, y no lo grito, lo susurro, lo acaricio, lo trato con todo el mimo y cuidado que un tesoro buscado de años merece. Mar Cantón, 30 -07 – 2009.
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(Ariam ríe, no es más que una niña… Ariam ríe, y se llena de sentido. Al compás de las mareas… Hasta aquí Ariam, por fin llegamos, ¿puedes verlo? Ya sólo queda el resto de nuestras vidas, un camino dorado sobre el mar directo al horizonte, la más bella historia jamás, aún por contar). Con todo mi amor, el más puro. Mar.

(Espero poder ir enviándoos la entrada por mail como suelo... Ando un poco precaria de medios cibernéticos, juas!!!... Besos Mil...).
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