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Decidí asomarme a las cuencas de sus ojos. Me agarré a ellas e introduje mi mirada, mi cabeza, toda yo hasta caerme dentro y verme envuelta por un líquido denso y turbio que apenas me permitía moverme. Todo estaba oscuro y sólo una tenue luz amarillenta penetraba desde el exterior. Miré hacia atrás, al fondo, y sentí miedo desplazándome con un impulso hacia el borde, mis movimientos eran lentos, pastosos, parecía que estuviera dentro de un útero. Otros seres se desplazaban lentamente de un lugar a otro, como cuerpos muertos e inertes, pero no podía verlos bien. Eran sombras, dstellos, fantasmas. Salían y entraban de aquella puerta latente y negra y me parecía que atravesarla sería como iniciar un viaje eterno a lugares desconocidos y tristes. Me volví de nuevo hacia el exterior, así mis manos a los bordes de sus párpados inferiores y dejé el resto de mi cuerpo flotando al ritmo de sus palpitaciones. Apenas veía nada desde el cristal de sus ojos, todo estaba turbio, adivinaba los objetos de la habitación en la que había estado antes memorizándolos... Y así me mantuve durante un buen rato.
Después me quedé dormida.
Supongo que perdí la fuerza en mis manos hasta soltarme y que todo mi cuerpo vagó por su humor acuoso hasta formar parte de la danza junto con aquellos seres inanimados. Supongo que giré y giré que di vueltas y que la marea acabó arrastrándome hasta la espiral dulce y lenta de la puerta oscura.
Supongo que quedé atrapada. Supongo que la atravesé. Supongo que me perdí. No lo sé.
Ahora todo está oscuro. No me siento mal, tampoco bien. Simplemente no me siento. Aquí no se escucha nada. No parece que haya nadie. Es como si todos se hubieran marchado o estuvieran dormidos. Quizás yo esté dormida, quizás esté soñando.
Ahora sólo puedo esperar.
Mar Cantón.
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