Cuando caes la primera vez, eres demasiado pequeño para entender que te mueves a ras del suelo y arrastrándote creas un mundo a tu medida, pequeño como tú, pero accesible con tu posición. Sin ser aún consciente vuelves a erguirte, sólo la naturaleza humana te empuja, y te levantas. Pero tu mundito pequeño ya está creado. Miras a tu alrededor y no te gusta lo que ves. Te envuelves con tu paisaje inventado, creas seres y lugares, y te rodeas de aquello que te hace sentir protegido de la realidad.
Pasan cosas, pasan años. Creces. Y cualquier situación, no importa quién ni cómo, todo transcurre negro, y duele. Pero tu mundo te protege y no eres consciente, no sabes qué ocurre, qué barreras existen entre tú, lo que deseas, lo que sientes y lo que pasa de verdad.
Sientes miedo de la realidad pero también de tus fantasías. Y sigues creciendo. Y aún eres pequeño pero ya eres mayor. Y las cosas pasan y no puedes hacermás que mirar desde tus cristales empañados como llueve y truena, allí afuera. Allí siempre llueve. Allí siempre hace frío.
Y entonces te das cuenta de que estás dividido. Ya no eres uno. Dos seres viven en tus entrañas peleando por ser el más fuerte. A veces gana uno, a veces el otro. Y sigues creciendo. Y sigue lloviendo. Y pasan tormentas, y ciclones, y anticiclones, y gente por tu vida. Y tu raíz, tu entraña, aquello que más deseas se diluye y acaba desapareciendo, para al final terminar deseando aquello que sabes que nunca podrás tener. Lo que más daño te hizo nunca. La carencia más grande.
Y un buen día, al cabo de mucho tiempo, te paras, te abres, te miras, y miras a la criatura. Y a través de heridas y cicatrices, con la sangre fluyendo y el alma desnuda decides acabar con ella. Muere, pero su fantasma siempre estará contigo, y le odiarás, y volverá, y desaparecerá. Y tú sigues creciendo.
Y acabas aprendiendo, aunque sólo sea por encontrar un sentido, que tras cada tormenta, tras cada túnel, tras cada montón de cenizas, estás tú. Tú.
Y un buen día (como otros tantos) acabas venciendo y renaciendo, y echando de ti fantasmas y recuerdos amargos y decidiendo que el camino sólo es uno: hacia adelante. Siempre.
Todos tenemos nuestros propios fantasmas. Es el pago por el conocimiento y la experiencia, a veces impuesta y a veces elegida, pero cada uno de los acontecimientos te han acabado dejando en el lugar que ocupas en este instante.
Ya lo dijimos: el pasado se inventa y el futuro no es más que aire. Sólo el peldaño que pisas existe.
25 años de equipaje pesan. Y a cada cual lo suyo.
Heridas de Nâzgul las he llamado alguna vez.
"... Y desafiando el oleaje sin timón ni timonel, por mis venas va, ligero de equipaje sobre un cascarón de nuez, mi corazón de viaje. Luciendo los tatuajes de un pasado bucanero, de un velero al abordaje, de un no te quiero querer. Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar, al país dónde los sabios se retiran del agravio de buscar labios que sacan de quicio, mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios de los peces de ciudad, que perdieron las agallas, en un banco de morralla...
... En una playa sin mar.
("Peces de Ciudad", Sabina----> que viene al caso)
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